En esta obra se representa un conocido episodio biblíco: un pastor soñando con una escalera celestial por la que suben y bajan ángeles. La interpretación de Ribera es de una gran sutileza, mostrando en primer término a Jacob con gran realismo y, en segundo término, casi inapreciable, una nube luminosa en la que se insinúan las figuras de los ángeles. La composición de la escena es barroca; el personaje minuciosamente retratado refuerza la visión del sueño; la escena es luminosa, un claro abandono del estilo tenebrista de Ribera, por lo que, probablemente, este cuadro fue atribuido durante años a Murillo.